La cárcel como espejo de la sociedad

La cárcel como espejo de la sociedad

Justicia restaurativa frente a un sistema selectivo y desigual

Desde mi experiencia como mediadora, facilitadora de diálogo restaurativo y trabajadora en contextos de encierro, sostengo que la cárcel refleja las desigualdades, los prejuicios y la lógica de exclusión con la que nuestra sociedad enfrenta los conflictos. En este texto comparto algunas reflexiones desde el enfoque restaurativo que vengo desarrollando hace años, junto a víctimas, personas ofensoras y comunidades atravesadas por el dolor.

¿Qué vemos cuando miramos la cárcel?

Muchas veces me preguntan si creo que la cárcel puede transformarse. Mi respuesta es que antes de transformarla, necesitamos entender qué representa. Desde mi experiencia personal y profesional, no tengo dudas: la cárcel espeja a la sociedad. Es una expresión concentrada —y muchas veces brutal— de cómo nos organizamos, a quién incluimos y a quién dejamos afuera. Refleja la forma en que como comunidad decidimos abordar el daño, el conflicto y la diferencia.

Lo que sucede en los pabellones no es un universo paralelo. Es el resultado de decisiones estructurales, culturales y políticas que atraviesan cada capa del entramado social. Allí adentro se condensan las ausencias, las violencias acumuladas y las inequidades que ya existían afuera.

¿Quiénes llegan al encierro?

Lo he visto en cada unidad penitenciaria en la que trabajé o asistí, lo escuché de boca de cientos de personas privadas de libertad: la mayoría llega a la cárcel cargando con una historia previa de exclusión, de abandono, de silencios institucionales. Antes del delito, muchas veces hay una infancia marcada por la violencia, la pobreza estructural, la falta de acceso a la educación, a la salud, a una vivienda digna. Hay cuerpos y vidas sobre las que ya pesaban múltiples vulneraciones antes de que el sistema penal los nominara como “delincuentes”.

La cárcel, en ese sentido, no representa el inicio del castigo sino su continuidad, como si el encierro fuera la culminación lógica de una larga serie de rechazos sociales. Lo que muchas veces se castiga no es solamente un acto, sino una biografía. Y eso nos interpela profundamente.

Si miramos con honestidad, veremos que no todas las personas que cometen delitos llegan al mismo lugar. Algunas acceden a defensas costosas, a entornos familiares de contención, a oportunidades para reparar. Otras no. Y es ahí donde la selectividad penal se hace evidente, incluso brutal. Las cárceles están pobladas por jóvenes pobres, provenientes de los márgenes urbanos, racializados, sin redes de protección, muchas veces con consumos problemáticos no tratados y sin haber atravesado jamás una experiencia de escucha o contención real.

Cuando trabajamos desde una lógica restaurativa, esto no se puede obviar. No alcanza con decir “todos somos responsables de nuestros actos”. La responsabilidad no niega el contexto. Lo incluye. Porque nadie es libre de decidir de la misma manera cuando el punto de partida es tan desigual. Y esto, lejos de justificar el daño, lo que hace es ayudarnos a pensar respuestas que tengan sentido, que no sigan profundizando la exclusión, que no repitan las mismas lógicas que ya fallaron.

Por eso también digo que el sistema penal, tal como está diseñado, no solo encierra personas: encierra síntomas sociales que no supimos —o no quisimos— abordar antes. Y luego pretende corregir con encierro lo que antes no quiso prevenir con derechos. Y eso, lo sabemos, no funciona.

El derecho, ¿desde qué ética?

Durante años, en cada encuentro restaurativo que he facilitado, me he preguntado con qué herramientas llegamos quienes intervenimos en conflictos a formar parte del sistema judicial. No me refiero solo a los conocimientos legales, sino a qué ética nos mueve, qué mirada tenemos sobre el otro/a, sobre el daño, sobre la posibilidad de reparación. Porque si solo nos formamos para aplicar sanciones y no para escuchar necesidades, entonces estamos lejos de ofrecer justicia.

En cada espacio donde intervengo insisto: el conflicto pertenece a los sujetos, y cualquier procedimiento debe funcionar como puente hacia la reparación. No alcanza con aplicar una norma. Hay que generar condiciones reales para que las personas puedan decir su verdad, asumir su responsabilidad y ser escuchadas con humanidad.

Justicia restaurativa como posibilidad

Desde Víctimas por la Paz, desde la Cooperativa Liberté, desde cada espacio donde trabajo, vengo impulsando prácticas restaurativas que desafían la lógica tradicional del castigo. No lo hacemos desde la ingenuidad ni desde el voluntarismo. Lo hacemos porque sabemos que hay otra manera de hacer justicia. Y la vemos todos los días cuando facilitamos diálogos entre víctimas y personas ofensoras, cuando entregamos un fondo de ayuda reparadora, cuando logramos que alguien, aun con miedo, se anime a escuchar al otro.

Para mí, el eje es claro: el castigo como respuesta social ha fracasado. Y lo ha hecho no solo dentro de las cárceles, sino también afuera, en cómo nos relacionamos como comunidad. Necesitamos salir del punitivismo y animarnos a un cambio profundo de paradigma. Un cambio que no será cómodo, pero que es urgente.

Desarmar el espejo

Si aceptamos que la cárcel refleja lo que somos como sociedad, entonces no alcanza con criticar al sistema penal. Tenemos que cuestionar el modo en que nos vinculamos con la otredad, con la violencia, con la diferencia. Tenemos que poner el cuerpo para construir un relato distinto, una narrativa de reparación, de encuentro, de integración.

Sé que no es fácil. Lo vivo en carne propia cada vez que una víctima me dice que no puede más con el dolor, o cuando una persona privada de libertad me cuenta cómo fue anulada durante todo su proceso judicial. Pero también veo lo que ocurre cuando el diálogo es posible, cuando el daño se nombra, cuando la escucha es sincera. Ahí hay humanidad. Y donde hay humanidad, hay camino.

Un saludo cordial,
Diana Márquez
Presidenta de la Sociedad Argentina de Justicia Restaurativa (SAJuR)
Directora del Área de Justicia Restaurativa de la Asociación Pensamiento Penal
Coordinadora Nacional de Víctimas por la Paz
Secretaria de la Cooperativa de Trabajo Liberté

Importante: las reflexiones aquí compartidas se basan en mi práctica profesional y deben ser siempre contextualizadas en cada situación particular, en articulación con los marcos jurídicos, los equipos de trabajo y las voces de todas las personas implicadas en el conflicto.

 

Quienes somos

Somos un equipo comprometido con la justicia restaurativa, trabajando para fomentar la empatía, la reconciliación y la reparación en nuestra comunidad a través de programas innovadores.